Historia de una mamá real

En mi mundo perfecto sería  excelente madre, arreglada siempre y lo haría después de haber viajado, tener una casa y ser directora de RH en una gran empresa. Quizá por ahí de los 30 años. Me imaginaba a mi esposo y a mí esperando a la cigüeña desde la ventana preparada para estar inmersa en el mundo de la maternidad.

Mi realidad fue los 18 años, un día antes de los 19, nació mi primera hija. Definitivamente, no era como lo imaginaba pero pensé que yo ya era mayor y sería una excelente mamá; pues se suponía que era un título que solito llegaba en el momento indicado.  Y sí, sólo que no considere que iba a estar sola y necesitando el apoyo de mi mamá, mi papá, mis hermanas y, además,  tener que trabajar, ser emocionalmente fuerte y apta para desvelarme ¡apta para ser mamá! Tenía que ir a trabajar y, a la vez, estar para educar a mi hija.

Ahí estaba yo, poniéndome horarios, llevando a mi hija al cole, haciendo tareas, yendo a clases de la tarde, el baño, la cena, educarla no parecía difícil y era un trabajo maravilloso.  Con el tiempo, mi situación cambió, conocí a mi esposo, padre para mi hija y justo en el momento en el que pensé que estaba alcanzando el rango de mamá perfecta ¡sorpresa! estaba embarazada.

Aún recuerdo a mis amigas diciéndome que “el embarazo es la mejor etapa de una mujer”…la mía no definitivamente considerando que vomitaba desde el día 1 y  hasta que nació. No lo pasaba tan bien  pero ¿eso es parte de ser mamá no? Además yo tenía casi 30.

En algún momento llegué a pensar que ya tenía experiencia y que sería más sencillo. ¡Gran mentira! Jajaja todo era diferente de como había sido mi hija. Este bebé era el típico bebé llorón, ni de cerca venía con el chupón que lo silenciaba, ya se había hecho justo cuando le acabas de poner el pañal limpio, tenía moquitos, babita y mucha energía. Era el típico bebé que dormía poco, demandaba pecho en tooodo momento, no había hora que no estuviera pegado a mí y comía tanto que me dejaba agotada. Yo sólo pensaba “ahora sí, empieza mi verdadero papel de mamá  perfecta porque ahora tengo dos hijos” mucho por hacer y experiencia.  ¡Gran error!

Conforme fueron creciendo mis pequeños me fui enfrentando a diferentes “problemas de mamá” que nunca había tenido, pero sin duda también tenían sus tintes coloridos. Iba en la búsqueda de encontrar el balance entre el cansancio, la responsabilidad y el amor al mejor trabajo de mi vida. Educar a mis hijos, enseñarles valores y lo más común levantar niños, hacer desayunos, preparar el lunch, verlos partir al Cole, preparar su comida, recogerlos de la escuela, tener la casa linda para cuando volvieran, ser su chef, su mesera, chofer por las tardes, su porrista, su aguadora, su biblioteca, diccionario, su cuenta cuentos, su confidente, ser excelente MAMÁ. ¡Esto es lo mío! Me repetía constantemente.

No voy a negar que mi pequeño TODOS los días me daba un reto diferente. Algunos con los que podía muy fácilmente, otros que me rebasaban y me hacían llorar, pero siempre el pensar en el esposo y padre en que se convertirá me hacían volver a la calma y volver a la jugada. Aunque confieso que pensaba que era una “mamá a secas” sentía que algo me faltaba…no encontraba cómo ser la mamá perfecta. La que idealicé y soñé… la paciencia saltaba por la ventana, la mamá perfecta y arreglada no estaba ni abajo de la cama y cuando me disponía a hacer algo por mí ya era hora de dormir para volver a las tareas del día siguiente y no me había alcanzado el día para nada (recordaba a mi mamá preguntando “¿porqué el día no tenía más horas? sin comprender porqué lo decía ¡ahora lo entiendo!).

Así fue como seguí intentando llegar a ser  la mamá perfecta. Otro día más, rutinas, cansancio, ropa sucia, revisar mochilas y ¿porqué no? ¡embarazada de nuevo!

Mi hija de 15 años, mi hijo de 7 y yo de 36. Lo único que mi esposo dijo fue: “…es que eres una excelente mamá por eso nos mandaron otro…”. Creo que me volví a enamorar de la idea de los desvelos, del cansancio, de la lactancia, de los pañales y de volver a empezar y fue justo ahí, en medio de todo un caos, que por más raro que suene ponía equilibrio a  la tranquilidad que entendí que ¡no hay mamá perfecta!

Entendí que cada uno de nuestros hijos lleva nuestro propio sello, ese sello tan nuestro que ponemos, día a día, cuando trabajamos para ellos, ya sea en el lunch y les pones la nota, o cuando les pones las flores en la mesa, o cuando les arreglas el cuello para la escuela, cuando desmanchas sus batas porque hicieron una obra de arte, cuando los regañas, cuando los abrazas, cuando los ves crecer…ahí parados frente a ti, frente a la escuela, frente a un equipo, o frente a tu familia y te paras orgullosa porque sabes que ahí está tu hija, tu hijo, tu bebé…ahí está…tu esfuerzo, tu vocación se nota, en la sonrisa con la que llevas tus desvelos, tus anhelos, tus alegrías, tus tristezas, los obstáculos que pasaste y las cimas que conquistaste y ahí lo ves…cada mañana ahí está…es tu trofeo, tu medalla y no hay mejor recompensa que ese beso que te dan…esos ojitos de cómplice, ese pulgar arriba ese mamá lo logramos y es ahí… en ese momento, cuando sabes que ¡lo lograste! que sí eres una excelente mamá porque das lo mejor de ti misma, lo mejor que tu mamá hizo por ti lo hiciste tuyo y lo mejoraste, lo sabes porque ves y sientes que lo estás haciendo bien (aunque a veces sintamos lo contrario), cuando los ves triunfando y siendo ellos, tan parecidos y tan diferentes a ti,  cuando te dicen buenos días mamá, cuando están en el cole o jugando con sus amigos y es ahí cuando te recuerdas que MAMÁ es ser tú. Es convertirte en el reloj despertador en que te conviertes, en el chef, chofer por las tardes, su porrista, su aguadora, su biblioteca, diccionario, su cuenta cuentos, su confidente, su diseñadora de modas y disfraces, su doctora, ser quien los abrazas cuando están felices, tristes, enojados o enfermos, eres su fan número uno y sólo  porque diste lo mejor y son la mejor versión de ti porque eres su MAMÁ, eres real y eso te hace ser perfecta, porque descubres que la mejor versión de ti misma es ¡ser su MAMÁ!

 

Escrito por: Anne Souza Smithers 

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